“Un par de medias no es menos apto para hacer pintura que la madera, los clavos, la trementina, el óleo y la tela”. La simpleza descriptiva de una declaración de Robert Rauschenberg amplía aquello que la práctica pictórica de Laura Mema apunta. Sin ningún tipo de acopio homogéneo óleo, tela y pincel son reemplazados por tul, papel, cuter, bisturí, pegamento y luz negra. La ampliación formal no responde tanto a una voluntad por desmitificar el vocabulario pictórico como a la necesidad de incorporar materiales que permitan estados hipnóticos y sumatorias compositivas. Elementos que asisten a todo tipo de pérdidas, recuperaciones y ensamblajes e imágenes que se desarrollan entre la euforia y la voluntad de comunicación.

El componente imaginativo, ficcional de este conjunto de imágenes posterga la narración para sumergirse en los aspectos constructivos. El ocultista inglés Aleister Crowley intervino la expresión fónica que permite filtrar la magia “abracadabra” hasta obtener “abrahadabra”, para Crowley, la expresión mágica de lo visible. Esta “h” incorporada expresa el aliento de la vida y sintetiza una forma particular de creación. Bajo tales postulados el ideólogo de sociedades secretas y antidogmáticas como Golden Dawn o Thelema, reinventó las cartas del Tarot con imágenes extraídas, en su mayoría, de diversas iconografías egipcias. Laura Mema, al igual que el mago ceremonial Crowley, elabora un tarot compuesto por los 22 arcanos mayores que representan los arquetipos universales y a la vez constituyen la columna simbólica de la psique humana. Estas cartas, cuya multiplicidad visual no conforma una estructura cerrada, permiten entrever las energías que conducen la materia y guardan una estrecha relación con los ciclos temporales mayas y los cuasicristales. Estos cristales encontrados en Siberia, poseen características diferentes a las estructuras cristalinas convencionales, son figuras únicas que si bien están construidas a través de una unidad nunca se repiten. Sin embargo, a pesar de haber roto las leyes de la simetría, son capaces de conformar estructuras regulares a través de sistema de encastres. El componente “espiritual” de estas geometrías radica en el hecho de que cada cristal es entendido como un portador de formas puras.

Frente al dibujo inimaginable del universo en expansión Laura Mema ofrece un modo de visualización que huye de la sistematización propia de un patrón. La expansión de ese estado móvil, entendido como un conjunto informe de líneas energéticas, es señalado a través de creaciones hipnóticas y de entornos donde la visualidad es expresada a través de pulsaciones. Esta iconografía que señala la movilidad del entorno y nuestra particular detención perceptiva es la replica de ese universo que no completa su modificación. Capas de transparencias, formas y colores producto de un tipo particular de superposición, materias porosas, luz y sombra. Lo que vemos, pero también lo que un conjunto de usos culturales invisibiliza. La gramática de la artista no nombra la experiencia inmediata sino aquella que puede acontecer en otro grado perceptivo.

Para Terence McKenna el mundo conocido no es otra cosa que una serie infinita de sistemas culturales. Estas culturas, que no son otra cosa que aquellas en las que nos desarrollamos, para McKenna son intercambiables y su compresión ofrece una especie de “hiperespacio intelectual”. Entonces la pregunta sería: “¿dónde estaría esta nueva cultura? ¿Se posaría en la pestaña de una mosca de la fruta? ¿Podemos llegar a ser como un virus e ir a la deriva?”. Los desplazamientos, trueques, espacios complementarios y palimpsestos con los que Laura Mema compone su red simbólica comparten el mismo interés por focalizar esas zonas de mutación. En el hecho de intentar comprender la conciencia y la complejidad perceptiva y en la instrumentación de una lógica compositiva que acompañe tal funcionamiento, se alojan las pistas de Abrahadabra. De allí que la reiteración molecular, las réplicas circulares y las siluetas en transparencia no son formas sino líneas interpretativas, conceptos. Pistas para comprender el manantial circular sumido en un loop de nacimientos que protagonizan cada una de las imágenes aquí reunidas y para detectar esos “portales mágicos entre el universo físico y su fuente no manifiesta” que permanecen ocultos.

El mensaje imperativo de Deleuze–Guattari “no planten jamás, no siembren, perforen, no sean uno ni múltiples, sino multiplicidades, (...) sean rápidos, incluso sin moverse” aloja en estos modos de intervención artesanal, que acumulan visualidad y horas de trabajo y que producen una cosmología personal, una nueva ampliación.


Mariano Mayer